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martes, 15 de agosto de 2017

‘Las barcas varadas’

El título de este artículo me trae a la memoria los días de verano cuando el sol, allá en lo alto, brillaba con toda su fuerza y buscábamos la sombra que nos ofrecían las barquillas que, varadas en la arena, se recostaban en uno de sus costados reponiendo fuerzas para salir a la mar al siguiente día.
A la vez que ellas descansaban nos daban sombra para junto hablar de tantas cosas que como mudos testigos escuchaban y callaban.
Cuantas tardes, también, acogían a los niños que jugaban a las cartas, el anillo o el clavo. Junto a su olor característico se mezclaba el del bocadillo de chorizo o mantequilla que era nuestra merienda.
Desgraciadamente, hoy han desaparecido de las playas más visitadas para encontrarlas en otras más pequeñas y con menos afluencia de público.
Estas pequeñas barcas de pesca propulsadas a golpe de remo o vela son nominadas en nuestras islas como “barquillo” también se las conocen como de dos proas pues, según la tradición, cuando se hacen a la mar dan la impresión de no retroceder ante nada ni ante nadie.
Entre ellos se suele encontrar otros aún más pequeños de popa cuadrada y quilla plana. Tradicionalmente han sido impulsadas a remo, uno o dos, montados sobre los “toletes” que el barquero puede quitar o poner según el momento.
Los nombres con los que se denominan cada una de las partes de estos pequeños barquillos, llaman poderosamente la atención. A saber: Roda o proa, codaste o popa, la caña del timón o remo, las panas que son las tablas atravesadas sobre el fondo. Todo esto componen el conjunto del bote.
Hoy, para mayor comodidad, se le ha adaptado un motor fuera borda que hace menos duro el trabajo del marino.
Pero, una vez terminada la faena hay que sacar el barco del agua y, para ello se usan los “parales” que son una especie de tronco con una canal en medio por donde se desliza la quilla.
Los niños nos peleábamos por ser los primeros en traerlos hasta el barquillo con la sana intención de que el barquero nos premiara con algún pescado de los más pequeños. Sin embargo, después de correr para ser los primeros y colaborar con el arrastre de las redes, nos íbamos a casa con las manos ensangrentadas, pero vacías.
Cosas de la niñez.

fuente: http://www.canariasopina.com.es/articulo/21184

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