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martes, 12 de diciembre de 2017

El pastoreo en Canarias, una herencia prehispánica



 En las islas Canarias perviven cerca de cuatro mil topónimos de la lengua guanche, pero es el sector pastoril el que conserva el mayor caudal de vocabulario de los aborígenes. “El pastoreo, por encima de cualquier otra actividad, continúa la vida guanche”, afirma el autor de este artículo, catedrático de Filología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.


Quienes afirman que después de la conquista castellana los naturales de las Islas, los genéricamente llamados guanches, se extinguieron, no tienen en cuenta que muchas de las costumbres de los primitivos han seguido practicándose sin apenas modificación hasta los tiempos más recientes. Y entre los varios testimonios de ello, se pone en primer lugar la lengua.
Con mayor precisión, no la lengua guanche, pues esta se perdió del todo, pero sí un enorme caudal del vocabulario de aquella lengua, y que se manifiesta en todos los sectores del léxico del español que se habla hoy en las Islas. Repetimos: en todos los sectores, aunque obviamente no en todos con igual dimensión. Esa pervivencia del léxico de una lengua antigua en otra que se impone y que la sucede en un mismo territorio solo puede explicarse por un largo periodo de coexistencia (de convivencia) entre los hablantes de ambas lenguas.

 En algunos aspectos, sobre todo en el ámbito pastoril, no hubo una frontera nítida entre la prehistoria de los guanches naturales y la historia de los castellanos colonizadores. Conquistadas las islas, la «españolización» de los naturales fue una obra lenta, de siglos, y no momentánea y definitiva. Fue una tarea que se realizó paulatinamente y ya sin el ruido de las armas, a base de lo que se llama modernamente transculturización. No se explicaría de otra forma la pervivencia de las formas de vida de los pasto¬res canarios, el léxico tan particular que siguen usando y, sobre todo, el cuantioso repertorio de voces de origen guanche con que seguimos nombrando a nuestros pueblos, a las regiones y accidentes mayores o a las montañas, barrancos, cañadas, lomos, riscos o roques que identifican los territorios insulares


Sin duda ninguna, el sector en que con mayor abundancia se constata esa pervivencia de la lengua guanche es el de la toponimia, en donde en el conjunto del archipiélago nosotros hemos registrado cerca de cuatro mil topónimos vivos (y de ello daremos cuenta muy pronto). Pero, aparte la toponimia, es el sector del pastoreo en donde la onomástica guanche más información nos ofrece, y eso por ser la actividad predominante que tuvieron los aborígenes.
Tras la conquista
Una vez consumada la conquista de cada isla, los aborígenes supervivientes siguieron practicando la actividad pastoril, y de ello nos dan testimonio sobreabundante las datas de repartos de tierras entre los nuevos colonos, los acuerdos de los Cabildos y las nuevas ordenanzas que se establecen en cada isla. Y los pastores hijos de aquellos pastores guanches, ya convertidos en canarios de habla española, siguieron las mismas prácticas pastoriles de sus padres y abuelos. El pastoreo, por encima de cualquier otra actividad, continúa la vida guanche.

 como lo es también la trashumancia que siguen practicando los pastores de Gran Canaria, y que hasta la creación de los parques nacionales del Teide y de la Caldera de Taburiente practicaron los pastores de Tenerife y de La Palma. Las famosas “apañadas” del ganado guanil (es decir, salvaje), que en Fuerteventura siguen realizándose periódicamente, al igual que las “ajuntas” que hasta hace poco se celebraban en El Hierro, son también herencias inequívocamente prehispánicas. Y a los corrales colectivos en donde se junta el ganado para su reparto y aprovechamiento se les llama gambuesas, y de ellas están llenas las toponimias respectivas de Fuerteventura y Gran Canaria. Y gambuesa es una palabra de origen prehispánico.
De entre las “marcas” que los pastores hacen a sus ganados “de suelta” en las orejas, como señal de propiedad, han quedado algunas palabras de origen guanche, como teberite en Fuerteventura y chibirito en El Hierro. A la cabra domesticada se la sigue llamando jaira y a la cría de la cabra, baifo. Como los primitivos bimbapes de El Hierro, los pastores herreños usaron hasta casi hoy mismo los majos como calzado, y a su mochila la han seguido llamando cairano, dos palabras de origen guanche.
Goros y tagoros
Las construcciones rústicas que han usado los pastores canarios hasta la actualidad para vigilar sus ganados, a la vez que para resguardarse del viento, son las mismas que utilizaron los pastores guanches, y siguen conservando sus nombres aborígenes: goronas se llaman en El Hierro, tagoras en Tenerife y La Gomera, tegalas en Lanzarote y esques o esquenes en Fuerteventura. Los muchos goros y tagoros, con sus muchas variantes respectivas, de que están llenas las toponimias de las Islas son también signo inequívoco de la huella de los guanches: designaban los pequeños recintos de piedras en forma redondeada que servían como redil para sus ganados.

 Un aspecto muy concreto de la actividad pastoril tiene especial relevancia en la pervivencia de la lengua guanche: los nombres con que los pastores conocen a sus ganados por el color de su pelaje. El fenómeno, como tal, no es exclusivo ni de Canarias ni de la actividad pastoril, pues es común a todo tipo de animales y en muchas partes del mundo. Así, en español, para las vacas, aparte de los nombres comunes de blanca, negra o pinta, se usan nombres específicos como morucha, jarda, bardina, salina, careta, bragada, etc. Para los toros bravos de lidia se usan nombres como cárdeno, burraco, jabonero, bermejo, berrendo, sardo, salinero, zaino, jirón, etc. Hasta los mansos burros se distinguen por ser plateros, rucios o rosillos. Y no digamos de los nombres para los caballos. Asistir, por ejemplo, a una exposición canaria de palomas, o de gallos y gallinas, o de pájaros canarios, y reparar en los nombres que a cada ejemplar se le da por el color de su plumaje es asistir a un festín de variedad léxica. Por eso, nada tiene de particular que los pastores canarios conozcan a cada una de sus cabras y ovejas por el color específico de su pelaje.

 Fusión de dos lenguas
La particularidad en la denominación que los pastores canarios hacen de su ganado es que mezclan nombres de procedencia hispana con otros de origen guanche, como si de un mismo y único sistema onomástico se tratara. Y así es, en efecto: la fusión de dos lenguas en un mismo procedimiento designativo, sin que ellos sean conscientes de tal fenómeno.

 Nosotros hemos hecho un estudio particular entre los pastores de El Hierro y el resultado es asombroso: de más de 50 nombres simples, la mitad al menos es de origen guanche. Nombres que nunca antes habíamos oído, muchos de los cuales ni siquiera aparecen en los diccionarios de canarismos: nombres tan sonoros y exóticos como firanca, manajaisa, cómbaca, ómana, jórana, mástuca, pípana, sínafa, mérusa… ¿No tiene esa acumulación de esdrújulos resonancias homéricas? Muchas veces, cuando se escucha a los pastores herreños nombrar a sus animales y relatar sus actividades pastoriles le parece a uno estar oyendo a gentes que hablan dos lenguas, como así es en efecto, si se considera el origen de su vocabulario.

fuente:   http://pellagofio.es/islas/patrimonio/el-pastoreo-en-canarias-una-herencia-prehispanica/

Por MAXIMIANO TRAPERO
Catedrático de Filología (ULPGC)

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