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viernes, 26 de enero de 2018

Los mejores mentirosos


 Autora Marisol Ayala.
Vivió el extravío de una hija, a punto de sucumbir en el agujero negro de la droga. Con más coraje que conocimientos dio pasos que le condujeron a tratamientos que la chica iniciaba y abandonaba casi siempre.
Promesas y mentiras. Poca gente tan mentirosa como los toxicómanos, poca. Tal era su desespero que cuando creyó ver en su hija una luz intermitente que pedía ayuda la llevó a un centro especializado. Mamá hizo todos los esfuerzos que pudo y ella juró mil veces que lo dejaría todo. Pero no era de fiar. En esa ruleta rusa cada tarde aparcaba el coche en la puerta del Cat (Centro de Atención a las Toxicomanías) y allí la esperaba. No la perdía de vista. De eso ya hace unos diez años. Hoy habla de aquellos días con dolor y satisfacción. Sabe que libró a su hija del infierno. Cuando se viven episodios brutales o te haces guerrera o te acobardas. Siembre supo en qué bando estaba pero cuando paseaba por la ciudad evitaba las zonas en la que esas personas mentirosas y vulnerables se dan calor y compañía. Tiene grabado a fuego los días y noches de mamá enfermera, de mamá policía y es sensible a escenas en las que se huele la derrota.
Hace unos meses paseaba por San Telmo cuando se le acercó un hombre joven y entre lágrimas le contó que acababa de salir de la cárcel, que vivía en El Hierro y que no tenía nada. O sí. Tenía hambre y los bolsillos vacíos. Le contó también su pasado de drogas y eso a la mujer le impactó mucho pensando en el pasado de su hija y en tantos otros hombres y mujeres que han dado pasos torcidos, así que se lo llevó a comer y le dio 10e para llegar al aeropuerto. Es generosa, comprometida e ingenua. Solo así se entiende que el caradura lamentara entre lágrimas no poder llevarle un regalo a su hijo. Un  móvil, precisó. La mujer no dudó en comprarle uno. Algo más le sacó pero lo obviaremos. Mejor. Estaba tan conmovida con el relato del hombre que le facilitó su número de teléfono “por si tienes problemas para llegar a casa”.  Cómo estaba previsto las llamadas pidiéndole dinero se sucedieron. Menos mal que no conocía su dirección. Una voz femenina que dijo ser la compañera del cafre también le pidió dinero. Solo pararon cuando los hijos lo amenazaron.
Y es que la mentira preside esas vidas.

fuente:   https://marisolayalablog.wordpress.com/

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